lunes, 8 de octubre de 2012

primeros días por Alger I

Estos primeros días en la ciudad han sido de una actividad frenética, mientras empezábamos a descubrir el barrio donde vivimos, Meissonier, en pleno centro de la ciudad, así como nos atrevíamos a dar los primeros paseos fuera del nido. 


Perspectiva Avenue El Kettabi

Llegar a un lugar desconocido supone invertir as primeras horas de tu estancia en localizar establecimientos y locales donde resolver tus necesidades básicas fundamentales: desde dónde comprar una barra de pan (aspecto que no es difícil en la ciudad, como más adelante tendré tiempo de explicar) hasta localizar un operador móvil que te suministre un número local para poder comunicarte con cualquier móvil del país.

El miércoles 4 de octubre comenzó de una manera completamente insospechada. 
Era el primer día en la Oficina y uno de nosotros había adquirido un vehículo traspasado por los anteriores becarios ya que, como bien nos habían advertido, sin un vehículo propio en Alger no eres nadie, pues no se puede confiar en los transportes públicos debido a la impuntualidad de los autobuses, o a la posibilidad de que, una vez que lleguen a tu parada, estén tan completamente llenos que no puedas creer que vayan a conseguir subir las cuestas de la ciudad; el criterio propio de los taxistas cuando paras un taxi que decide por sí mismo si le viene bien llevarte allá donde tú quieras ir, debido a la monstruosa extensión de la ciudad; y la línea de Metro de Alger, aún por descubrir para el que esto escribe, pero que se limita a recorrer en línea recta el Centro de Alger.
La opción más apropiada para desplazarse por esta ciudad, desde nuestra posición privilegiada con respecto al ciudadano medio de aquí, es conocer un taxista de confianza y utilizarlo como medio de transporte pero, como podéis comprender, hace falta llevar aquí alg´n tiempo para encontrarlo. No obstante, y para la tranquilidad familiar, M. Salim, cuida de que nuestros traslados por la ciudad sean un absoluto placer, además de servirnos de guía explicativo.

Bueno, el caso es que nos dispusimos a afrontar nuestro primer traslado en el flamante vehículo, legado de los becarios anteriores, a.k.a. La Bala (o la Patata Caliente, como más adelante descubrí), a primera hora de la mañana donde íbamos a descubrir lo que significa hora punta en Argel y descubriendo la cantidad de vehículos que pueden discurrir por una ciudad.
Lo cierto es que el vehículo se nos paró en una la Plaza Salvador Allende, provocando una retención momentánea que pudimos solventar con la inestimable ayuda de un Guardia de Tráfico (más adelante hablaré sobre ellos), con el consecuente concierto de pitidos y gestos de desaprobación por parte de los locales. La situación fue rápidamente superada pues el agente me ayudó a empujar el coche hasta alcanzar una cuesta abajo, donde pude volver a arrancarlo, pese a la intensa humareda negra que exhalaba desde el motor. 
Con el miedo ya en el cuerpo pero con lo ánimos bien serenos, conseguimos cumplir el objetivo y, ¡tachán!, fuimos capaces de completar nuestro primer trayecto casa-trabajo con el tiempo suficiente todavía para tomar un café acompañado de repostería local, en las dependencias ya de la oficina, mientras comentábamos la jugada sin salir todavía de nuestro asombro por haberlo conseguido en semejante vehículo.
De aquí extrajimos varias conclusiones: vivir en Argel sin coche es relativamente difícil aunque, por lo contrario, vivir en Argel con coche es complejo; que nunca compres algo sin probarlo de antemano; y que no hay aventura imposible si se toma uno la vida con humor y nervios templados. FUNDAMENTAL en esta ciudad esta última conclusión.


Una vez trasladados me dispuse a hacer mi primera visita por la ciudad. Alger bullía a mis pies y mis pies bullían de ansiedad por conocerla.

Comencé mi paseo deshaciendo los pasos dados en nuestra accidentada ruta en coche pues era la única calle que conocía todavía en ese momento, el trayecto en vehículo desde el Centro de Alger hasta Hydra, a lo largo del Blvd.M'hmed Said HAMDINE, la citada plaza de Salvador ALLENDE, la Av.Souidani BOUDJEMAA, la Av.Franklin ROOSEVELT y, finalmente, Didouche MOURAD, donde empieza el centro de Alger y ya reconocí el barrio donde vivimos.

A lo largo de este recorrido me encontré con algunos museos que más adelante tengo la intención de visitar, El Museo del Bardo, cerrado por reformas, El Museo de Antigüedades, algunos jardines y edificios de gran factura como el que adjunto.

La ruta es increíble, tanto por sus vistas como por  la cerrada vegetación que aparece en cualquier solar no edificado a lo largo de las laderas de esta ciudad, con un clima tan caluroso como húmedo, lo que hace que la sensación de sofoco se mitigue debido a la multitud de sombras que aquella provee al paseante.

El paseo, de unos 45' es altamente recomendable para todo el que vaya por Hydra y viva en el Centro (aunque no en sentido contrario: el desnivel puede ser de unos 400m. sin ningún problema, lo que sumado al calor y la humedad, provocará sin lugar a dudas que todos y cada uno de los poros de tu piel se abran como si no hubiera mañana.

Por ser mi primer trayecto y sin experiencia en la ciudad apenas quise hacer fotos del trayecto, por lo que más adelante trataré de haceros llegar las vistas de la bahía desde cada uno de los recodos de la travesía Hydra-Meissonier.

Este primer día conseguí adquirir un teléfono para ambos de la operadora local NEDJMA, la más ventajosa para un residente extranjero en Argelia, y de la que daré cuenta de los detalles para interesados y futuros viajeros.



Completamente empapado en sudor tras el periplo, me pegué un duchazo en casa y aproveché para sacar esta vista de la ciudad desde el balcón de nuestra habitación. Esta visión recupera a cualquiera y me dio fuerzas renovadas para acercarme al Centre Cultural Française para tratar de apuntarme a un curso de francés. 




Ya os pondré fotos del Centro, ubicado en una villa colonial francesa junto al puerto, con un jardín interior que es un auténtico oasis frente al desorden que lo rodea como muestra esta panorámica de la Place de la Grande Poste que tengo que atravesar cada domingo y miércoles a primera hora, camino de mis clases de francés.


Este primer día frenético llegó a su fin con una agradable velada en casa, disfrutando de nuestra primera tortilla con género totalmente argelino, adquirido en el supermercado de debajo de casa, donde el surtido es amplísimo, al estilo del supermercado del pueblo, para tranquilidad, una vez más, de nuestras madres, obsesivamente preocupadas con nuestra alimentación.
Solamente aportar un dato para su tranquilidad: en este mismo supermercado podemos adquirir productos sin gluten de primera necesidad, desde harina de arroz a cous-cous de maíz, pasando por Nesquik para prepararnos buenos vasos de leche, así como leche entera de vaca, algo relativamente escaso es esta ciudad, por abundar un preparado de leche en polvo y agua que sabe casi igual que la semidesnatada española pero que para un gourmet de la misma como el que esto escribe es insuficiente para preparar un buen Nesquik.

Con una imagen de esta cena pongo fin a la crónica de nuestro primer día completo en Alger. Con el último canto desde el minarete nos dispusimos a tener un rato para compartir nuestras primeras experiencias en el país y a disfrutar del frescor que con la caída del sol sube desde el Mediterráneo.

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