lunes, 15 de octubre de 2012

12 de OCTUBRE, Recepción en casa del Embajador de España

El 12 de Octubre, festividad, entre otras, en nuestro país, de la Virgen del Pilar y del Día de la Hispanidad, el Sr.Embajador de España, D. Gabriel Busquets Aparicio y su mujer, tuvieron a bien invitarnos a formar parte de la recepción organizada con motivo de tal festividad en los jardines de su residencia privada, ubicada en el Barrio de El Biar, en la parte alta de la ciudad.

La recepción nos pilló recién llegados y fue una relativa sorpresa, por no esperárnoslo y por nuestro desconocimiento en estos eventos de alto copete. 

En mi caso, me pilló con el traje en España pues, con el traslado y el maletón con el que me dispuse a llegar a Argel, acabó siendo nominado en el último minuto y se quedó sobre la cama, a la espera de la primera visita española que tuviera a bien venir a verme. 
Menos mal que la colonia española, que tan bien se está portando con nosotros, tiene entre sus miembros a Nacho Utande que tuvo la amabilidad de prestarme el suyo. 

Así que, especialmente dirigido a nuestras respectivas madres (aprovechando para mandarles un beso enorme a ambas y echando de menos encarecidamente la tortilla de la una y el lomo con pimientos de la otra, que ellas ya saben a cual corresponde cada especialidad), os dejo esta instantánea que muestra de qué guisa nos presentamos ante D.Gabriel Busquets y Sra.

Unos perfectos desconocidos entre la alta sociedad española residente en Argel. ¡Bastante bien!
Panorámica del Jardín de la Residencia del Embajador en Alger y asistentes a la Recepción
La tarde comenzó con un trayecto algo accidentado en taxi desde nuestra casa en el Centro hasta la Embajada de España primero, donde el taxista se empeñó en llevarnos pese a advertirle en repetidas ocasiones que el destino era la residencia privada del embajador y tras mostrarle la invitación donde estaba claramente indicada la dirección (¡ay!, las direciones y los nombres de las calles en Alger... Eso es otro cantar y le dedicaré un post más adelante); al Consulado Español en segundo lugar, donde pudimos consultar con la policía encargada de la seguridad del recinto y éstos nos indicaron, sin excesiva transmisión de confianza, cómo llegar a otro sitio que resultaría tampoco ser el lugar del evento; para que, por fin, Alberto (¡siempre Alberto!, hablaré de él más adelante) le indicase por teléfono al taxista hacia dónde debía dirigirse.

Todo este trayecto que vosotros, desde vuestro escritorio en España, os podéis imaginar muy largo, cansado y costoso, tuvo lugar en escasos 500 m. a la redonda y con un coste de otros tantos dinares (alrededor de los 5€), pero os puedo asegurar, y yo me oriento relativamente bien, que me resultó completamente imposible, tanto reconocer dónde nos encontrábamos, como recordar el trayecto para poder realizarlo de vuelta. 

La orografía de esta capital te hace percibir la ciudad como un monstruo indigerible imposible de orientarse en ella.
Una vez conseguimos encontrar la fila infinita de vehículos oficiales, taxis y particulares que esperaban cuesta arriba a la espera de llegar a la primera posición y desembarcar a sus trajeados ocupantes nos pusimos a la cola y pudimos relajarnos. Decidimos aportarle 100 DA de propina al taxista para agenciarse un GPS que le facilitara la vida en futuras ocasiones. GPS que NUNCA irá fijado al interior de su parabrisas, evitando mancillar así su orgullo patrio.

En la puerta de la Embajada, un surtido de fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado (español, se entiende), miembros de los tres ejércitos (de los que J.C.I es el Jefe), ujieres y personal civil, nos condujeron al interior de la vivienda donde nos recibió a quemarropa (por nuestro absoluto desconocimiento, repito, del protocolo en estos actos) el Sr.Embajador, su Sra., el Cónsul, y los Agregados Cultural y Militar (perdonadme si estos no son los cargos ni el orden exactos), respectivamente, en un pasamanos que apenas duró 5 segundos y que nos 'empujó' al patio interior donde ya se encontraban el resto de invitados presentes.


Una vez dentro, con un zumo de naranja que muy atentamente nos ofreció el servicio de la Embajada, pudimos reparar en la experiencia vivida, comentar la jugada del taxi y pormenores varios acaecidos en la última media hora y nos dispusimos a buscar un sitio tranquilo desde donde observar lo que teníamos a nuestro alrededor y nos permitiese un ángulo de visión reservado pero privilegiado.
Y lo encontramos. Tan privilegiado como que algunos de nosotros no se movió en toda la noche de una mesa redonda con vistas a la Bahía de Alger y a la parte sur de la ladera de la montaña, donde disponíamos de varios camareros que muy atentamente nos atenderían (homenaje a ArturNV!), generando un flujo de bandejas repletas de deliciosos canapés variados que llegaban llenas y continuaban su recorrido bastante desmejoradas tras su paso por la 'última mesa' del jardín.
Si a semejantes atenciones le añadimos la cercanía a la zona donde se servía la bebida, el resultado solo puede ser de absoluta fruición y deleite, lo que hizo que esta, nuestra primera experiencia en un evento como este, se saldara positivamente.

Allí nos concentramos el equipo español con el que tan bien hemos sintonizado y al que hemos aportado la friolera de seis componentes entre los que nos encontramos. 

Desde allí dimos inicio al verdadero objetivo de la noche que, aunque pueda parecer otro por todo lo anterior, no es el ponerse fino a canapés absolutamente excelsos y/o pillarse un moco 'by da face' (que llevado un tiempo en la ciudad parece ser el único objeto), sino conocer y (sobre todo esto que va a continuación:) DARSE A CONOCER en el ambiente high-class de la ciudad.
Es este y no otro el fin de todos y cada uno de los asistentes a la recepción, ya sean hombres de negocios, representantes de legaciones de medio mundo, miembros de fuerzas de seguridad o, el grupo donde podría considerarme sin ninguna duda, recién llegados desconocidos con intenciones de encontrar un hueco en esta sociedad maravillosa con la que me he encontrado en Alger.


La noche discurrió entre zumos de naranja (¡vale, sí, llevaba un chorreoncito de vodka! ¡Pero también llevaba pulpa el zumo y en eso no reparas, ¿eh?), cañitas de fresquita cerveza, canapés de excelente factura (¿o ya he hablado de ellos?... ¡ejem!) mientras me presentaba y me presentaban a lo más diverso de la sociedad argelina.
La residencia, un edificio colonial, aparentemente neomudéjar o, posiblemente, resto de la presencia turca en la ciudad, es una impresionante edificación construida en la ladera de El Biar de cuya factura tenéis una ligera muestra en las fotos que acompañan. 
Ante la remota posibilidad de que alguien pudiese llamarme la atención por tomar fotos de la vivienda tuve que conformarme con estas escasas vistas robadas de ínfima calidad.
Haceros una idea porque es materialmente imposible que os pueda trasladar las sensaciones que vivimos esa noche.
En cuanto a las vistas desde el jardín, imaginaos ser esta palmera y poder disfrutar de Alger y el Mediterráneo a tus pies mientras tomas un té a la luz de la luna o lees el periódico por la mañana, asomado a la verandah, tomando un café con leche y un croissant recién horneado.

Pues, con todos mis respetos, de eso se trata ser Embajador, ¿no?

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