jueves, 22 de noviembre de 2012

viaje a Orán_14-17/11/2012_día tercero

El tercer día en Orán comenzó, como no, con otro pantagruélico desayuno en la planta baja del Ibis, cita ya obligada para desperezar nuestros cuepos e ir ayudando a nuestras neuronas con el arranque de un nuevo día.


Día, por cierto, que amaneció nublado, con una bruma que ascendía desde el mar hacia el interior pero que, poco a poco, fue abriendo para dar paso a un día radiante como el anterior aunque no tan caluroso, algo que se agradeció para cumplir con el programa del día.


Tres citas nos esperaban a lo largo del día de hoy que relataré en orden de aparición, como en las películas, empezando por el Hotel-Centro de Convenciones Le Meridian de Orán, hotel de última generación con centro de convenciones asociado para la realización de grandes concentraciones de negocio, propiedad de la energética estatal Sonatrach, e inaugurado el 20 de Abril de 2012 con motivo de la de la celebración del 16° Congreso Internacional del Gas Natural Licuado, organizado por el promotor del hotel.
El edificio, de una contemporaneidad pasmosa para tratarse de Argelia, supera todo lo anteriormente visto por el que escribe este blog desde mi llegada a este país. Deja de lado la cosmética y lo superfluo para resolver, con una sobriedad extrema que no prescinde de la decoración y el color, unas exigencias de programa que hacen de este hotel un lugar único para disfrutar de la estancia, hacen de él un lugar ideal para el trabajo ocasional y permiten disfrutar de las vistas iigualables del Mediterráneo que se abre, luminoso, a sus pies.
Éste se resuelve en dos volúmenes prismáticos sonde se diferencian la zona residencial y el espacio destinado a congresos.
El alzado principal, compuesto por un plano reticulado configurado por los balcones de las habitaciones, se levanta, rotundo, al final del paseo de acceso, conformando un frontal perceptiblemente cuadrado e intensificado por la repetición de esta forma a lo largo del panel de 14x14 habitaciones que configuran su alzado.
La ejecución y la realización de los detalles constructivos, al menos en lo perceptible, han sido llevados a cabo con unos estándares de calidad que, por primera vez desde que estoy en el país, merecen la pena destacar y se aproximan a lo mínimamente aceptable en cualquier obra que se pretenda decir que está bien acabada.
Para que os podáis hacer una idea de las vistas que se pueden disfrutar desde este hotel y el ambiente de absoluto silencio y descanso del que goza el entorno, dejo alguna muestra de lo que nos encontramos.
Mención especial merece el único elemento decorativo del edificio: el mural cerámico más grande del mundo incluído en el Libro Guiness de los Records. Creada por el artista argelino Tewfik Boumedhi, la fachada, de 2000m2, está compuesta por 51.000 azulejos y refleja la cultura del sur del Mediterráneo en estilo árabe morisco. 
La realización, llevaba a cabo, en coordinación, por 12 talleres de cerámica de Talavera de la Reina, resultó de la fusión entre artesanía y alta tecnología ya que la obra, formada por pequeñas piezas de 20x20cm., configuran un motivo decorativo de la extensión de medio campo de fútbol.
El efecto decorativo queda potenciado por la presencia de una lámina de agua a sus pies que refleja el motivo, fusionándolo con el entorno y con el azul del cielo como se puede percibir en el caso de disfrutar de un día soleado y claro como el que nos recibió en Orán.
Estas son las vistas de las que se disfrutan paseando por los espacios exteriores de Le Meridian Orán Hotel & Convention Centre.

Todos los aspectos están minuciosamente cuidados en esta cadena de hoteles, no pudiendo ser menos la elección del mobiliario, el diseño de interiores o la mismísima carta del restaurante.
El vestíbulo se ha diseñado pensando en crear un hub creativo, lugar de trabajo donde desarrollar actividades de cración potenciadas por el genus loci del lugar, tan de moda en estos tiempos. Lo cierto es que el espacio es muy agradable, unido a la tamización de la luz indirecta que incide desde el Mediteráneo, el equipamiento disponible que facilita el trabajo creativo, así como el entorno de tranquilidad y absoluta quietud que se respira. 

Un buen sitio para que te manden si tienes que venir a trabajar a Orán.
Aquí dejo las credenciales del hotel, para interesados en su visita o disfrute.

De Le Meridian nos dirigimos, de nuevo, dirección oeste, en busca de la ciudad y, más concretamente, del promontorio que domina cualquier vista que desde ella se tenga: el monte de la Santa Cruz y los dos hitos que allí se encuentran, la Fortaleza y la Capilla del mismo nombre. El relato continúa por esta última.

Con los orígenes en una pequeña capilla construida a mediados del XIX tras una terrible epidemia de cólera, una edificación reliciosa católica se yergue majestuosa con toda la Bahía de Orán a sus pies.
La construcción, de una sobriedad adecuada para su uso y que ha permitido su conservación en una sociedad ya nunca más cristiana, se constituye de la basílica en sí misma, medianamente excavada en la roca, de forma cúbica con la forma de la cúpula reflejada al exterior y encalada, toda ella, al exterior; de un patio de unas dimensiones de unos 500m2 rodeado de un perímetro porticado y de un torreón construido en piedra pero de apariencia ligera, coronado por una imagen mariana.
Lo más interesante del conjunto es el patio interior, perceptivamente aislado de cualquier injerencia mundana y las vistas que desde aquel punto tan privilegiado se tienen de toda la planicie oranesa.
La conservación del conjunto, como no puede ser de otra manera, brilla completamente por su ausencia, algo que no es de extrañar si se tiene en cuenta el binomio que conforman las condiciones socioeconómicas del país y la ausencia de un turismo, pese a todo, incipiente en los últimos años.
Las vistas, como os contaba anteriormente, impresionantes.
Y aquí aprovecho para presentar, además del txakurra que aparece a la izquierda del todo en la foto de grupo y que hizo de coordinador de nuestra escolta personal durante todo el día, a Hakim y Yahia, nuestros dos anfitriones y guías en este viaje y que han dejado un recuerdo indeleble en nuestros corazones por la bondad en el trato, la disponibilidad absoluta y la inquebrantable insistencia en aprovechar todos y cada uno de nuestros minutos en su ciudad, a veces llegando al límite de las paciencias de más de uno de nosotros pero que, dadas las buenas intenciones, no podemos más que agradecer una y mil veces su disponibilidad y buena fe.

Y  aquí Ignacio, pensando en organizar una subida en bici desde el Puerto de Orán hasta la Fortaleza de la Santa Cruz, el próximo monumento visitado y que paso, a continuación, a relatar.


A lo largo de 30 años a finales del siglo XVI, la Armada Española, por orden del Conde Álvarez Silva de Santa Cruz, invadió y construyó en lo alto del monte l'Aïdour, una fortaleza militar que sirviera para defender el Estrecho del tráfico y presencia de piratas surgidos tras la decadencia del Imperio Omeya y la llegada de sucesivas incursiones Almorávides y Almohades.
El fuerte fue contruido en lo alto de un promontorio a casi 400m. sobre el nivel del mar pese a su cercanía, lo que da una idea del desnivel salvado para su edificación.
Para su edificación se requirió del transporte de todos los elementos constructivos, véase, la piedra, la madera, la arena, el agua, el hierro... desde puntos alejados al de su edificación, salvando el desnivel existente mediante rampas y caminos realizados a tal efecto.
La mano de obra debió ser elemento indispensable para su realización compuesta en su mayor parte por prisioneros de la propia Armada Española entre los que figuraban los propios pobladores de la zona y ajusticiados de la Corona, algo muy propio de aquel momento.
El edificio dispone, destacando por su singularidad, un aljibe para agua de lluvia que puede llegar a almacenar hasta 300.000 litros de agua, procedentes de las precipitaciones, lo que hace, en un entorno de aguas salobres y salinas como el de Orán, una instalación fundamental para la propia vida útil de la infraestructura y para asegurar las condiciones de vida de los ocupantes sin tener que preocuparse por el suministro exterior.
El edificio fue restaurado a mediados del siglo XIX por el Ejército Francés, quedando en la situación que hoy se encuentra, con todas sus salas visitables y acondicionadas de forma diáfana para su recorrido peatonal.
Las vistas, especialmente desde su azotea, son dignas de disfrutar así que, ya sabéis, si alguno/a de vosotros/as quiere saber lo que se alcanza a ver desde allí (dicen que en un día claro se puede ver la costa de Almería), por 20DA más lo que nos cueste el viaje a Orán podrá comprobarlo con sus propios ojos si tiene a bien venir a vernos a este lado del Mediterráneo.
Estas son las vistas desde la atalaya superior del Castillo, espacio privilegiado para jugar a las Batallas de Barcos, tan de moda en el Renacimiento, aunque aquí tiraban a dar y no como Felipe II y su Corte en el Canal Mayor del, hoy, Parque del Retiro y, más concretamente, en lo que actualmente es el Paseo de Carruajes.
Una conversación a 500m. sobre el nivel del mar teniéndolo ahí debajo es una buena terapia para limpiar tu cabeza de pensamientos estériles e intranscendentes.
Y aquí, de nuevo, sentido homenaje a Hakim y Yahia, de negro y blanco, respectivamente, fantásticos anfitriones en esta nuestra primera visita a Orán y que, a buen seguro, no será la última.
Y el día que nos hizo... pues eso, que ya lo estáis viendo.
Sólo los allí presentes podemos dar fe de lo claras que nos quedaron las explicaciones de nuestro guía de referencia.
La vista del Puerto de Orán y de la zona costera, desde la fortaleza, con la Capilla de por medio son, sencillamente, impresionantes.
Nos llevamos grabadas a fuego en nuestras retinas las sensaciones vividas en el monte l'Aïdour, entre piedras puestas hace 400 años y el vasto mar extendido, como una alfombra de zafiro, ante nuestros ojos con Europa, como telón de fondo, alzándose impotente ante las nuevas emergentes que amenazan su hegemonía centenaria.
Argelia, nuevo punto de referencia en la escena geopolítica mundial y aquí nos encontramos nosotros, dispuestos a contribuir con nuestro pequeño granito de arena.
Argelia, siempre presente aunque sin intención de ser protagonista.
Cuántas películas y obras de teatros son socorridas por ese fantástico y aparentemente desapercibido actor de reparto o actriz secundaria que acude en la ayuda del protagonista o estrella principal.
E Ignacio dándole vueltas a su próxima idea para este viernes: I Concurso Internacional de Pintxos de la Wilaya de Alger. Os tendremos informados a su debido momento.
Y aquí damos por finalizada la visita a la ciudad de Orán por el día de hoy. Nos dirigimos, ya exhaustos por la intensa mañana de excursiones e incursiones, a la Playa de los Andalousses para ingerir una -eso creíamos nosotros antes de llegar- opípara comida al borde de la mar serena.

Tras la visita a la playa -el Benidorm oranés, sin más interés que una cuenta corriente en Bankia- y una comida en un chiringuito playero donde vale más la pena olvidar lo sucedido, volvimos sobre nuestros pasos cuando nos dimos de bruces con esta maravilla del urbanismo argelino.
En el pueblo de Bab El Turk tienen instalada una glorieta con estos motivos alegóricos marinos: unos delfines besándose en el morrito flanqueados por cuatro pares de caballitos de mar, erguidos frente a frente, formando un conjunto que no podíamos obviar y en el que decidimos tomarnos unas instantáneas para dejar constancia de los contrastes que nos encontramos en estos lares día a día.
Aí pusimos fin a la excursión, dejamos descansar a nuestros chóferes, y nos dirigimos a retomar fuerzas al hotel con la intención de, esta noche sí, salir al Sheraton para ver qué se cocía en la noche oranesa.
Quisiera dejar constancia de nuestro medio de transporte, un kia picanto recién salido del concesionario y con las placas, como podéis ver en la imagen, todavía sin poner. La flexibilidad en la aplicación de las normas de tráfico y el número de infracciones cometidas por segundo en este país es inversamente proporcional al número de accidentes que hemos podido observar en nuestra corta estancia en el país.
La noche acabó, una vez más, en el Sheraton Orán, esta noche relajados en unos de sus sillones, a la espera de poder visitar la discoteca del hotel. Aviso: un español no debe nunca, repito: nunca, venir a Argelia buscando fiesta nocturna. Ya la encontraremos a la vuelta. Lo que tememos es que nuestra capacidad de aguante se haya visto mermada por el inexistente entrenamiento al que nos hemos visto sometidos. Tened piedad de nosotros estas fiestas.
Y mañana, el cuarto y último día...

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