El sábado 27 de octubre por la tarde, durante nuestro primer paseo por el Jardin d'Essai, descubrimos esta joya de principios de siglo en algún rincón escondido de dicho parque.
El Parque Zoológico de Hamma fue creado en 1900 por el Dr Joseph d'Ange en este entorno paradisíaco y, por lo que pudimos comprobar, apenas ha sufrido cambios en estos 112 años que distan desde su apertura.
El zoo es una absoluta aberración, de los pies a la cabeza, salvando de la quema el propio concepto de zoo y asumiendo que, en condiciones suficientemente dignas y de acondicionamiento adecuado, se puede llegar a justificar la existencia de tal instalación.
A lo largo del mismo se pueden ver una treintena de especies propiamente africanas, desde leones y tigres a dromedarios, pasando por aves como papagayos y loros o zancudas como los flamencos, todos ellos en jaulas de una dimensión tan absolutamente insuficiente que más bien parece que se trata de un circo que acaba de hacer escala en la ciudad.
He utilizado el plural en mi enumeración anterior pero más bien debiera haber utilizado el singular pues de muchas de estas especies sólo se podía observar un ejemplar, tanto de la cebra, del león, de la hiena o del dromedario, por poner un ejemplo.
Eso sí, aprovechando la afluencia masiva de turistas, los cuidadores procuraron una buena pieza de ternera a cada gran felino ante las delicias de los asistentes.
Por lo menos, hambre no pasan.
Ver a estos grandes felinos en jaulas de 50 ó 60 m2, totalmente descubiertas en tres de sus lados, con una pequeña guarida al fondo es perturbador.
Observar a un leopardo tirado en su jaula mientras una pata de ternera descansa a escasos dos metros de su hocico es inquietante.
O ver a una hiena dar vueltas en círculos sin parar alrededor de su jaula deja de ser una atracción para convertirse en algo macabro.
Aquí os dejo una serie de fotografías de la zona de los grandes felinos, para que os podáis hacer una idea del panorama.
Al oso pardo preferí no tomarle una fotografía, pues ni el ánimo me lo permitió ni tenía la necesidad de haceros pasar por el trago de ver un animal de su tamaño en una actitud de abatimiento totalmente impropia de un mamífero como tal.
Estas son algunas otras imágenes de la zona de antílopes, con cuatro ejemplares en un recinto de unos 100 m2, donde son alimentados con pienso y vegetales cultivados.
O el dromedario, absolutamente obsesionado con la reja que lo encierra, a la que no dejaba de morder, como tratando de encontrar algún resquicio por el que escapar.
En la zona húmeda, la situación era ligeramente más amable, pues entre patos, gansos y flamencos, la escena se hacía algo más tolerable.
En todo caso, no seré yo quien critique este parque zoológico de Alger por encima de otros europeos, aberración en su conjunto, pero única herramienta para acercar a la pléyade de urbanitas que, por no haber visto, no diferenciarían una gallina de un pato o una oveja de un carnero y que, evidentemente, es necesario que aquellos existan aunque es absolutamente imprescindible que los animales gocen de un mínimo de dignidad y de adecuación de sus hábitats.
Dicho esto, un saludo para Ana Alfaro, si me lee, ante la opinión de la cual modificaría cualquier aspecto de mi artículo que no juzgase ella adecuado. ¡Un besazo y ven a vernos!
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