El viernes 19 de octubre el día amaneció sin coches.
Una experiencia sobrecogedora en una ciudad donde el tráfico es enloquecedor. Vivir en Alger y no disponer de un coche es tan extraño que, cuando la gente me pregunta y yo les respondo que no, que no tengo coche, que voy andando, en taxi o en autobús a los sitios, me miran raro, como desconfiando de un español que se ha venido a l'Algerie sin más motivos que a vivir con su pareja...
Alger es una ciudad preciosa como ya he repetido en multitud de ocasiones, máxime en su centro urbano del cual Didouche Mourad es su espina dorsal, eje prolongado por la Avenue El Kettabi que desemboca en la Grande Poste, gran explanada en pendiente donde se encuentra el singular edificio donde tiene la sede el servicio postal y de telecomunicaciones público.
Pues esa mañana no había ni un solo vehículo en todo el centro de la ciudad.
La experiencia no podía ser más sobrecogedora.
Poder pasear por el medio de la calle, observando con absoluta tranquilidad los edificios, disfrutando de una miríada de chavales corriendo detrás de otra miríada de pelotas, o deslizando sobre unos patines o, tal vez, pedaleando encima de un triciclo o una bicicleta fue una sensación que guardaremos mucho tiempo en nuestras cabezas y que estamos ansiosos de que se vuelva a repetir.
La iniciativa, que forma parte de los fastos y celebraciones con motivo del Cincuentenario del Aniversario de la Independencia del país, surge a raíz del Día sin Coches en Alger, una de las actividades que tratan de recuperar la ciudad por parte del viandante, así como dotar de espacios públicos y de relación en una ciudad carente de los mismos.
El día comenzó con una carrera de 5km. por el centro de la ciudad organizada por Nike, donde miles (literalmente, miles) de argelinos pudieron disfrutar de un Alger sin coches, al ritmo de la música y perfectamente organizada, camiseta y avituallamiento incluidos.
Fue una pena llegar tarde a la inscripción, la próxima vez estaremos atentos al evento. Sólo nos dio tiempo a mandar a un corresponsal que nos informó puntualmente de lo acaecido.
La primera cancha con la que nos encontramos fue con la de tenis, a la que no hicimos mucho caso ante la estupefacción que nos causó encontrarnos ante semejante panorama deportivo-festivo.
En ella jugaban un partido de dobles cuatro chavales que no levantaban un palmo del suelo, dirigidos por dos monitores que se encargaban de ir sucediendo los turnos para que todos pudieran jugar por igual, dado que había una cola de unos diez chavales esperando para entrar a jugar.
Fue en la pista improvisada de bandmington donde nos paramos a observar el percal. Sí, bandmington, habéis escuchado bien. Un deporte que en España apenas si lo juegan un puñado de personas en cada ciudad.
Pues bien, en esta pista se agolpaban decenas de chavales que esperaban ordenadamente que el monitor (el chaval con la camiseta roja y la gorra, en la foto) les indicase que su turno había llegado.
Aquí fue donde Ignacio y yo no resistimos la tentación y pedimos la vez. Ordenadamente, como no podía ser de otra manera y como habíamos observado en el resto de asistentes, nos incorporamos a la cancha para dar unos raquetazos al volante de plumas.
¡Una gozada poder disfrutar de un partidito de bandmington en pleno centro de Alger, entre edificaciones del XIX y mientras una argelina de unos 14 ó 15 años nos daba para el pelo mientras se lo pasaba pipa con nosotros.
Es bastante gracioso y quiero contarlo aquí que, en el momento que notan que somos españoles, su actitud hacia nosotros cambia por completo, iniciándose una rivalidad sana y muy deportiva ya que se deben pensar que somos buenos a cualquier deporte.
La marca españa, sheñor Mariano. Debe ser eso.
Y, a partir de aquí, se acabaron los deportes y comienza el concierto de gnawa en la Grande Place de Alger.
¿Que qué es la gnawa? Pues un estilo musical africano, proveniente de la zona del sahel, con ritmos muy cadenciosos y repetitivos que inducen al trance y que, para mejor comprensión, adjunto definición, as usual, y un par de vídeos del grupo que nos encontramos allí, comandado por Joe Batoury, estrella local y referente en este estilo.
Una experiencia sobrecogedora en una ciudad donde el tráfico es enloquecedor. Vivir en Alger y no disponer de un coche es tan extraño que, cuando la gente me pregunta y yo les respondo que no, que no tengo coche, que voy andando, en taxi o en autobús a los sitios, me miran raro, como desconfiando de un español que se ha venido a l'Algerie sin más motivos que a vivir con su pareja...
Alger es una ciudad preciosa como ya he repetido en multitud de ocasiones, máxime en su centro urbano del cual Didouche Mourad es su espina dorsal, eje prolongado por la Avenue El Kettabi que desemboca en la Grande Poste, gran explanada en pendiente donde se encuentra el singular edificio donde tiene la sede el servicio postal y de telecomunicaciones público.
Pues esa mañana no había ni un solo vehículo en todo el centro de la ciudad.
La experiencia no podía ser más sobrecogedora.
Poder pasear por el medio de la calle, observando con absoluta tranquilidad los edificios, disfrutando de una miríada de chavales corriendo detrás de otra miríada de pelotas, o deslizando sobre unos patines o, tal vez, pedaleando encima de un triciclo o una bicicleta fue una sensación que guardaremos mucho tiempo en nuestras cabezas y que estamos ansiosos de que se vuelva a repetir.
La iniciativa, que forma parte de los fastos y celebraciones con motivo del Cincuentenario del Aniversario de la Independencia del país, surge a raíz del Día sin Coches en Alger, una de las actividades que tratan de recuperar la ciudad por parte del viandante, así como dotar de espacios públicos y de relación en una ciudad carente de los mismos.
El día comenzó con una carrera de 5km. por el centro de la ciudad organizada por Nike, donde miles (literalmente, miles) de argelinos pudieron disfrutar de un Alger sin coches, al ritmo de la música y perfectamente organizada, camiseta y avituallamiento incluidos.
Fue una pena llegar tarde a la inscripción, la próxima vez estaremos atentos al evento. Sólo nos dio tiempo a mandar a un corresponsal que nos informó puntualmente de lo acaecido.
Ya por la tarde, tras disfrutar de mi primer y satisfactoriamente realizado cous-cous del cual daré buena cuenta y detallaré en una futura entrada reservada a viandas típicas del país, bajamos a la calle sin saber realmente lo que nos esperaba.
La calle, cortada al tráfico como anteriormente os comentaba, había sido transformada en un gigantesco polideportivo lineal y se encontraba repleta de gente.
Niños de todas las edades, jóvenes monitores deportivos, padres cuidando de sus retoños y paseando sillas de ruedas desde las que brotaban brazos y pernas dispuestos a incorporarse al sarao pese a la firmeza de sus fijaciones a la silla.
Cientos, miles de niños practicando todos los deportes
Badmington, tenis, fútbol, balonmano, baloncesto, esgrima, artes marciales, ajedrez, atletismo,... allí no faltaba ni una sola disciplina olímpica, por nimia que ésta fuera.
Empezaré a tratar de describiros la escena con la que nos encontramos hablándoos uno por uno de cada deporte que nos íbamos encontrando a medida que bajábamos Didouche y El Kettabi en dirección a la Grande Poste para, una vez allí, acabar completamente maravillados con lo que un día de relación y esparcimiento puede significar en este país y, más concretamente, en esta ciudad.
La primera cancha con la que nos encontramos fue con la de tenis, a la que no hicimos mucho caso ante la estupefacción que nos causó encontrarnos ante semejante panorama deportivo-festivo.
En ella jugaban un partido de dobles cuatro chavales que no levantaban un palmo del suelo, dirigidos por dos monitores que se encargaban de ir sucediendo los turnos para que todos pudieran jugar por igual, dado que había una cola de unos diez chavales esperando para entrar a jugar.
Fue en la pista improvisada de bandmington donde nos paramos a observar el percal. Sí, bandmington, habéis escuchado bien. Un deporte que en España apenas si lo juegan un puñado de personas en cada ciudad.
Pues bien, en esta pista se agolpaban decenas de chavales que esperaban ordenadamente que el monitor (el chaval con la camiseta roja y la gorra, en la foto) les indicase que su turno había llegado.
Aquí fue donde Ignacio y yo no resistimos la tentación y pedimos la vez. Ordenadamente, como no podía ser de otra manera y como habíamos observado en el resto de asistentes, nos incorporamos a la cancha para dar unos raquetazos al volante de plumas.
¡Una gozada poder disfrutar de un partidito de bandmington en pleno centro de Alger, entre edificaciones del XIX y mientras una argelina de unos 14 ó 15 años nos daba para el pelo mientras se lo pasaba pipa con nosotros.
Es bastante gracioso y quiero contarlo aquí que, en el momento que notan que somos españoles, su actitud hacia nosotros cambia por completo, iniciándose una rivalidad sana y muy deportiva ya que se deben pensar que somos buenos a cualquier deporte.
La marca españa, sheñor Mariano. Debe ser eso.
Cuando aún no nos habíamos recuperado de nuestra sorpresa y tras el partidillo anterior, seguimos calle abajo en busca del siguiente deporte y, cual no sería nuestra sorpresa, cuando me encuentro una pista estrecha, dos marcadores electrónicos y sendos monitores vistiendo a estos don monigotes como si fuese el día de la fiesta de disfraces del colegio...
¡ESGRIMA!
Esta gente estaba fomentando la esgrima entre la juventud de la capital. Un deporte que inventamos los españoles allá por el siglo XVI y que salvo Manu y su hermano Pablo (desde aquí un saludo a ambos) no conozco a nadie que la practique en nuestro país.
Mucho menos me puedo imaginar un fomento de este deporte como el que estaba contemplando con mis propios ojos.
La escena de estos dos niños argelinos frente a frente, batiéndose en duelo disfrazados de Darth Vader, mientras sus madres contemplan la escena es una de esas fotografías que me llevo de este país, para siempre, en mi corazón.
Aquí abajo podéis ver otra escena graciosa: un argelino vestido de manera tradicional, con sus barbas y sus habitos religiosos, calzado con unas zapatillas de deporte, enseña a un chaval de unos 8 ó 10 años al manejo de la espada.
Increíble.
Cuánto que copiar en nuestra civilizada sociedad, exportadora de conocimiento y de costumbres.
Y una llamada para todos aquellos que tanto aman el deporte.
Deporte significa algo más que fútbol de primera división.
A continuación el plato fuerte en cuanto a lo deportivo se refiere, si nos guiamos por la asistencia de público al evento, como se puede ver en la imagen, fue la zona de demostraciones de deportes de contacto: artes marciales.
Una serie de chavales de diferentes edades iban sucesivamente saliendo al tatami para demostrar sus habilidades en los diferentes deportes.
Judo, karate, taekwondo y derivados hicieron las delicias de una gran cantidad de gente que allí se citaron para ver semejante demostración de bravura y gallardía.
Una serie de chavales de diferentes edades iban sucesivamente saliendo al tatami para demostrar sus habilidades en los diferentes deportes.
Judo, karate, taekwondo y derivados hicieron las delicias de una gran cantidad de gente que allí se citaron para ver semejante demostración de bravura y gallardía.
Una vez superada la Plaza Audin e inmersos en la Avenue El Kettabi, los deportes individuales dejaron paso a los de equipo como el balonmano y el baloncesto, pues en esta zona, más amplia, el desarrollo de los mismos era más sencillo y organizado.
Ver esta zona de la ciudad como se puede ver en la imagen que acompaño es de tal impacto como, para los que vivís en Madrid, ver Callao desierto o, para los Barceloneses, de adopción o no, ver Plaza Universidad sin un vehículo a motor...
Qué os puedo contar... ¡Que vengáis a vernos!
En cuanto a la escena del balonmano, una imagen vale más que mil palabras, por lo que haceos una idea con la que aquí debajo adjunto.
Y, a partir de aquí, se acabaron los deportes y comienza el concierto de gnawa en la Grande Place de Alger.
¿Que qué es la gnawa? Pues un estilo musical africano, proveniente de la zona del sahel, con ritmos muy cadenciosos y repetitivos que inducen al trance y que, para mejor comprensión, adjunto definición, as usual, y un par de vídeos del grupo que nos encontramos allí, comandado por Joe Batoury, estrella local y referente en este estilo.
Este es el ambiente que se respiraba en la Place de la Grande Poste
Joe Batoury, referente de la gnawa y estrella local
Nos dio tiempo, incluso, a integrarnos con la afición local con la que quisimos inmortalizar el momento.
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