sábado, 18 de mayo de 2013

El valle del M'zab: la Pentápolis mozabita [parte 1/2]



Cuando llegué a Argelia me sorprendieron muchas cosas dado el desconocimiento que de este país tenemos en España pero me advirtieron que no dejaría de descubrir nuevos países sin salir de estas fronteras si empezaba a viajar por el país. Hoy os voy a hablar de uno de esos países que encierra Argelia en su interior.


En esta entrada os voy a hablar de un viaje que me ha permitido descubrir otra cara de este país, un viaje de cuatro días al Valle del M'zab, a unos 650 km. al sur de Alger, puerta del desierto del Sahara y lugar de asiento de una civilización casi tan antigua como el propio Islam que hunde sus raíces en estos áridos parajes hasta confundirse con los elementos propios del paisaje: la roca caliza, la arena y las palmeras.


ORIGEN E HISTORIA DEL VALLE DEL M'ZAB:

En el Valle del M'zab ha florecido la cultura mozabita desde que llegaran los primeros pobladores de origen bereber o amazigh provenientes del norte de África buscando refugio ante las frecuentes escaramuzas y luchas de poder y por el territorio que históricamente han tenido lugar en la orilla sur del mediterráneo.


Los mozabitas han llamado a su propio país -porque es, e históricamente ha sido, realmente un país dentro de Argelia pese a no gozar de ningún estatus siquiera de autonimía- Aghlane, limitado al norte por el río Bouzbyar, al oeste por el río Zergoun; comprende al este Zelfana y Guerrara y se confunde por el sur con el país de los Chaamba, a lo largo de una superficie de unos 38.000 km2, una décima parte de la superficie del territorio español.

Los primeros pobladores, como ya he dicho, fueron nómadas que, a partir del siglo VIII, fueron fijando poblaciones a lo largo del río M'zab, primcipal arteria vital que aporta elemento clave de esta sociedad: el agua que ocasionalmente llega a estas latitudes, habitualmente en forma de grandes crecidas.

La sedentarización definitiva de los mozabitas, las exigencias defensivas y la llegada de nuevos pobladores dieron lugar al nacimiento de las tres primeras ciudades que aún hoy se conservan: El Atteuf (creada en el año 1012 de nuestra era), Bounoura (creada en 1065) y Ghardaïa (creada en 1085). Más de dos siglos después, en 1321, varias poblaciones vecinas se englobaban y amurallaban formando un único núcleo poblacional que, desde entonces y hasta nuestros días, se llama Beni Isguen. Por último, en 1355, Mélika sucede a Agherm Enwadday y queda establecida la pentápolis del valle del M'zab conocido hoy en día administrativamente como Ghardaïa.

LA DOCTRINA RELIGIOSA DEL VALLE DEL M'ZAB

Una de las características más singulares de esta sociedad es su doctrina religiosa ibadita, ramificación del Islam nacida en los primeros años de la Hégira y expandida, fundamentalmente, bajo la espada del Imanato ibadita de Tahert (761-909 D.deC.). Pero los orígenes religiosos mozabitas no son ibaditas ya que adoptan la rama mouatasilita y mantienen esta tradición hasta que, bien entrado el siglo XI, los mozabitas se adhieren al ibadismo como consecuencia de la propaganda llevada a cabo por el Cheikh Mohammed Ibn Bakr, fundador de la institución de la Halka, muerto en 1050. Tras esta adhesión al ibadismo tuvieron que pasar más de dos siglos para que esta doctrina hundiese sus raíces entre higueras y palmeras mozabitas.

Queda así resuelto el primer error frecuente al confundir orígenes bereberes con fundamentalismo religioso ya que la instalación de los primeros pobladores en estos lares es anterior a la adopción de la doctrina religiosa que todavía hoy mantienen con celo, es decir, mozabismo e ibadismo son confluentes pero no hay lugar a confusión en sus orígenes.

Si en la capital y en el resto de lugares que hemos podido visitar desde nuestra llegada a Argelia, la religión está presente en la vida del argelino hasta el punto de estructurar su jornada, en el M'zab tiene un peso fundamental hasta el punto de no poder disociar religión, sociedad y tradiciones. 


Dejando a un lado los puntos en común a la doctrina islámica que no pasan de los cinco principios fundamentales a cumplir por todo buen musulmán (no hay más que un sólo Dios, Allah, y Mahoma es su profeta, hay que realizar cinco oraciones diarias siguiendo la llamada del muecín, hay que visitar la Kaaba al menos una vez en la vida -hadj-, dar limosna de forma establecida y según unas normas y el ayuno en el mes del Ramadán), en el M'zab se puede sentir que la religión es esencia misma del día a día, tanto en el comportamiento de sus habitantes, hacendosos trabajadores ya que el trabajo realiza al buen musulmán ibadita, en el vestuario de sus mujeres, extremadamente riguroso en cuanto al evitar ser vistas por extraños, pues solo dejan ver un ojo a través de una exigua grieta entre las telas de su velo blanco, de cuerpo entero así como de lo austero de sus construcciones.



ECONOMÍA E INGENIERÍA:


El mozabita, forjado por la dureza y los rigores del desierto, no tiene más lujos que los que extrae con denodado esfurzo de las entrañas de la roca en forma de todo tipo de vegetales y frutas, sirviéndose de una de las maravillas más asombrosas que he conocido desde que he llegado a este país: un sistema de regadío concebido y construido en el siglo XIII que tiene por objeto conducir las lluvias que, raramente pero siempre en forma torrencial, se precipitan sobre estas latitudes hacia las zonas donde se ubican sus campos agrícolas, lo que permite el regadío de los mismos para, una vez satisfechas las necesidades, redirigir el flujo a embalses construidos a tal efecto y que llegan a esperar varios años completamente secos en forma de incomprensibles infraestructuras abandonadas. Una vez realizado todo este circuito abastecedor, el agua sobrante queda presta para permear hacia la capa freática situada a -45m. de profundidad y sobre la que los mozabitas hablan, no sin razoón, con absoluta devoción reverencial pues es fuente de vida y razón de su existencia.

Aquí podéis ver una vista del palmeral de Beni Isguén, un mundo interior y refugio ante el fuego del desierto, para los habitantes del Valle del m'zab, además de su principal pilar económico.


La idea de esta infraestructura, que muy poco tiene que envidiar de sistemas de regadío más modernos, no es más que una tupida red de canalizaciones que parte de un enorme colector situado en la confluencia de varios valles, en el río M'zab, y que dirige, tras lograr disminuir la fuerza de la avenida sirviéndose de recodos y obstáculos realizados a tal efecto, hacia los palmerales cercanos por medio de canales excavados en la roca madre, algunos a más de 15 m. de profundidad. El reparto se realiza entre todos los palmerales de la ciudad mediante las calles del mismo, eventualmente convertidas en canales al más propio estilo de Venecia, y por medio de pequeñas aperturas realizadas en la tapia exterior de la explotación. La llegada del agua, por su propio pie, sin necesidad de ayudas mecánicas y a una velocidad reducida pese a las usualmente terribles precipitaciones acontecidas, las cuales no tienen lugar más que cada dos o tres años, hace de este sistema una absoluta maravilla de la ingeniería.

SOCIEDAD:

Cada ciudad del M'zab está poblada por un cierto número de agrupaciones familiares llamadas Achiras. Estas familias suelen tener en común un único ancestro compartido en cabeza de sus respectivos árboles genealógicos. Ellas eligen a la cabeza de su achira un jefe que gestione los asuntos internos y los represente en el seno de la ciudad. En el pasado, los representantes de las diferentes achiras de la ciudad formaban la Djemaa, suerte de consejo municipal.

Tras los ocho siglos de presencia mozabita, cada ciudad es gestionada por la Halka de los Azzaba, situada en la única mezquita de la ciudad, normalmente situada en lo alto de la colina sobre la que se sitúa cada ciudad. La Halka es un consejo religiose formado por doce miembros y presidido por un Cheikh. Aquí se reparten las siguientes tareas de gestión: el Imam, el Muecín, dos Oukils que gestionan los habous, suerte de tribunales civiles, tres Fkihs que enseñan las bases de la religión y los rudimentos de la lengua árabe y los cinco miembros restantes se encargan de lavar a sus muertos.



Los asuntos de orden social y de seguridad son debatidos en este consejo en presencia de los jefes de las diferentes achiras de la ciudad y las decisiones, tras deliberación, son consignadas y guardadas en la mezquita.

Para tratar asuntos femeninos, la Halka nombra cinco mujeres que se encargarán de lavar los muertos en el caso de ser mujeres, niñas o bebés. Asímismo, se encargarán de los asuntos entre la comunidad femenina de la ciudad.

Cada ciudad es independiente de las otras y gestiona sus propios asuntos a su manera pero un consejo federal se ocupa de las cuestiones comunes a la Pentápolis, más tarde convertida en Heptápolis, de cara al exterior. Este consejo se compone de representantes religiosos y laicos de las ciudades de la confederación.

Esta estructura da una idea del concepto de comunidad que goza esta sociedad, sonde los asuntos de uno son tratados como algo que afecta a todos y donde una decisión ha de pasar por varios filtros hasta poder ser tomada en cuenta.

ECONOMÍA:

Al principio, los mozabitas eran nómadas y vivían en tiendas, se alimentaban de sus rebaños mientras recorrían el territorio del sahel siguiendo los cursos de agua y estableciendo sus campamentos en sus orillas.

Con la afluencia de nuevos pobladores y los problemas de seguridad que así surgían, las aglomeraciones sobre los valles se fueron sustituyendo en beneficio de ciudades fortificadas en lo alto de las colinas, más fácilmente defendibles.

La sedentarización definitiva de los mozabitas fue acompañada de la creación de oasis de palmeras datileras lo que garantizaba el suministro disponible para todo el año además de ciertos materiales necesarios para la construcción y la fabricación de un importante número de útiles y recipientes, así como combustible para realizar fuego y proveer sus hornos.

La creación de estos oasis y su desarrollo demandó un esfuerzo considerable, como y ahemos avanzado anteriormente, tanto humanos como materiales. Más de tres mil pozos fueron excavados a profundidades medias de unos treinta metros, una decena de embalses fueron edificados a lo largo de los numerosos cauces de agua para alimentar, como ya hemos explicado, la capa freática que nutre esta conurbación.



Lo ocasional de las precipitaciones hizo que las infraestructuras dirigidas a solventar la carencia de agua fuesen desde un principio objetivo primordial para permitir un posterior desarrollo humano en la región y, a lo largo de estos ocho siglos de presencia mozabita, eje vertebrador y elemento a cuidar y mantener por parte de los habitantes de la Pentápolis.

Además de la agricultura, de la que los mozabitas extraen todo tipo de legumbres y frutales además de los dátiles de toda clase y variedad, la mujer mozabita confecciona productos tejidos con la lana de sus rebaños, realizando toda la ropa que utilizan usualmente en el M'zab, tanto masculina como femenina, alfombras y telares para adornar la vivienda.

En este marco nos entremezclamos aprovechando la primera visita que recibimos desde España y a quien tratamos de trasladar lo que este país nos ha ofrecido desde que llegamos y las maravillas que encierra.

Así que Antonio, Isabel y yo nos dirigimos a pasar cuatro días en este entorno del que os hablo, metidos en pleno interior del país, a 700km. al sur de Argel para descubrir las maravillas que nos estaban esperando. 

Y en gran parte las descubrimos gracias a Mustaphá, a quien vemos ahí arriba cómodamente instalado sobre un lecho de alfombras tradicionales de Ghardaïa infringiendo con nuestras mujeres las distancias que tradicionalmente mantienen con las suyas propias. Gran taxista-guía dispuesto a cualquier hora del día, mejor contador de historias y, por lo que pudimos ver el último día, avezado surcador de dunas ya sea sobre tabla de snowboard o haciendo la croqueta.
Así nuestro viaje empezó por Ghardaïa, donde pudimos tomar contacto con la primera ciudad de la Pentápolis, desde su plaza del mercado que podéis ver ahí debajo, desde donde salen, estrechas, ascendiendo en círculos concéntricos hacia la cúspide de la montaña, una miríada de callejuelas donde cientos de pequeñas tiendas de toda índole se ofrecen al visitante para hacer acopio de la más diversa variedad de género.
Las alfombras, como os comentaba, forman parte de los productos realizados por las mujeres mozabitas, pilar de la economía mozabita y principal actividad doméstica para dar salida a las pocas materias primas de las que aquí disponen: la lana de oveja.

Cada ciudad tiene su plaza del mercado, su zoco, sonde los intercambios tienen lugar, donde llegan las caravanas nómadas para hacer acopio de especias, telas, alimento para ellos o sus ganados y útiles domésticos de toda índole y la de Ghardaïa, pese a no ser la más bella en cuanto a su configuración arquitectónica, es un perfecto ejemplo de estos nodos comerciales.
Una gran esplanada rodeada de soportales a donde se abren multitud de pequeños comercios que ofrecen al visitante todo lo de lo que carece ya sea en medio del desierto o en algún pueblo cercano de menor entidad. La variedad de visitantes que aquí ya se va viendo -a medida que se desciende hacia al sur la mezcla se hace más importante- es realmente pintoresca.




Así se establece el mozabita como un avezado comerciante además de productor de materias primas y productos elaborados por sus mujeres.




LA ARQUITECTURA

Y, por último, pero no por ello menos importante sino todo lo contrario, la arquitectura del valle del M'zab, elemento modelado por la forma de vida mozabita y que recoge fielmente los usos y costumbres propios del ethos del lugar. Es en la arquitectura de esta población donde se pueden ver con más precisión cómo todos y cada uno de los rasgos propios han catalizado en la roca madre para dar lugar a la forma precisa donde contener cada una de las actividades de la ciudad.




Para empezar, la ciudad se divide en tres partes: ksar o ciudad intramuros, palmeral y cementerio. Es el en el primero donde vamos a prestar más atención. 

Tras la visita matinal a Ghardaïa y el regreso a nuestro palmeral a comer a eso de las 12:30, una innegociable siesta se impuso bajo la severa canícula que cubría el Valle del M'zab. La siesta aquí, donde de 12:30 a 14h. todo permanece en latencia a la espera de la caída de la temperatura, es una costumbre arraigada entre la población por lo que decidimos amoldarnos a las exigencias y encerrarnos en nuestra vivienda tradicional de baroo que tan agradable refugio nos suponía.
Y tras un necesario reposo al abrigo del fuego del desierto, a eso de las 17h nos dirigimos a visitar nuestra segunda ciudad: Beni Isguen, desde mi punto de vista, el ksar mejor conservado y la ciudad más auténtica de todas las que hemos visitado de cuantas componen la Pentápolis. 


Organizado de manera concéntrica alrededor de su mezquita, de una sobriedad extrema y aparentemente materializada siguiendo la forma natural que conviene al uso para el cual está concebida, situada en lo alto de la colina, las calles siguen círculos concéntricos alrededor de la misma. De esta manera, la mezquita se yergue como punto de referencia y permanece presente en todo momento como punto de referencia social, religioso y defensivo.


La vivienda, pequeñas construcciones de adobe se apiñadan unas a otras formando el tan reconocible casco urbano magrebí pero de unas características propias por su homogeneidad y su carencia de ornato exterior, prohibido por el estoico código de comportamiento ibadita para no generar distinciones entre los habitantes pues todos gozan del mismo grado y respeto. 
Las viviendas están formadas por tres niveles: el de acceso, donde se desenvuelve la vida diaria de la familia, con las dependencias organizadas alrededor de una estancia central sobre la que se abre un hueco a la cubierta y que es la única fuente de ventilación e iluminación de lla vivienda. En un entorno hostil como el del pre-Sahara, donde en verano es usual alcanzar temperaturas superiores a los 50º no parece descabellado optar por refugiarse entre muros de 60-80 cm. de espesor y prescindir de las ventanas al exterior. 
Este nivel se divide a su vez en dos espacios claramente diferenciados: el del hombre y el de la mujer; el primero, se desarrolla en el salón de invitados, con acceso propio desde el exterior e independiente del principal de la vivienda para evitar cruzarse con la mujer, el espacio central y su propia habitación. Para la mujer, la cocina, los espacios de trabajo y de mantenimiento de la vivienda, así como las habitaciones. Esta jerarquización de la vivienda resulta absolutamente extraña par aun viajero que entra por vez primera en contacto con esta sociedad pero ver cómo el espacio de vivienda se ha adaptado y materializado para dar respuestas a sus requerimientos da mucho que pensar con respecto a nuestros asépticos apartamentos de diseño hechos en serie y sin el más mínimo lugar pensado para el que allí va a vivir.

El nivel superior, la terraza, está pensado para pasar las noches de verano ya que el aislamiento térmico del que se aprovechan durante el día y que provoca que el interior de la vivienda esté fresco durante el día, se invierte por la noche y libera al interior el calor acumulado, por lo que la terraza es el lugar ideal para dormir por la noche.


Por contra, la vivienda goza de un espacio excavado bajo el nivel de acceso que sirve para refugiarse del calor cuando se alcanzan las máximas cotas de canícula. Una siesta -costumbre sagrada entre los mozabitas; ni un alma se puede encontrar en la calle entre las 12:30 y las 16- en esta cueva no puede encontrar rival en ningún otro lugar del mundo con estas condiciones. 

En cuanto a las edificaciones colectivas tales como las mezquitas, madrasas, cementerios o torres de vigilancia o minaretes, la sensación de autenticidad supura por cada uno de sus poros de tierra arcillosa. 


El mismísimo LeCorbusier quedó sorprendido en una viaje que realizó a la zona en 1931 y que repitió en 1933. De aquí sacó valiosas ideas para su proyecto posterior de la Basílica de Ronchamp.



Es en estas edificaciones donde se atisba la personalísima adaptación al medio que esta gente ha realizado a lo largo de ocho siglos de establecerse en un entorno completamente hostil y que ha dado, como resultado, una arquitectura absolutamente sobria pero eficaz y auténtica que ejemplifica como ninguna otra como la forma sigue al uso como génesis proyectual y la carencia de ornamento no hace más que potenciar la pureza de las formas neutras y sutiles.


Aquí dejo algunas fotos más del final de nuestra visita a Beni Isguen y las vistas que, desde la torre de vigilancia que corona la ciudad -en el caso de Beni Isguen no es el minarete sino una torre defensiva la que corona la montaña- y desde la que se domina una parte del Valle del M'zab.



Dejo para una siguiente entrada la continuación de la narración de nuestra visita al país del M'zab. Continuará.

4 comentarios:

  1. Qué post mas chulo Gonzalo. Me ha encantado. Una síntesis muy completa.
    Un placer leerte. Gracias

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Gracias por colaborar a hacerme revivir tantos viajes por esas tierras. Me ha llegado al alma. ¡Lástima haber descubierto tan tarde este blog! (Veo que, casualmente, mi foto es de Ghardaïa el día de la fiesta del cordero!)

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  4. Muy descriptivo los comentarios y ciertos.

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